Nada más reparador que instalarse en la banquita del parque y espabilar el cansancio mientras el ajetreo alrededor entretiene la curiosidad.
¡Cuántas historias pudiera contar la banquita del jardín, la de la plaza o la que está instalada en el corredor de la casa!
Su típico asiento cuadriculado y respaldo de formas caprichosas la hacen la más cómoda cómplice del descanso, pero también compañera infalible para que fluya la plática sin reparo.
Los enamorados dirán que resulta ideal para “echar lío” en las tardes en las que el aire fresco juega entre las copas de los árboles que hasta parecen susurrar suavemente su amor.
Por esto y por mucho más, la banquita forma parte del paisaje tradicional urbano de los espacios públicos y privados del folclor mexicano.